El espectáculo que ofrece Ego Vu (grupo ni más ni menos que de Polonia) usa la DANZA CONTEMPORÁNEA como arma de expresión, conjugándola con una parte TEATRAL no menos importante.
"Passing" y "1,2,3,4" son DOS PIEZAS completamente diferentes, que se nos mostraron en una misma velada, con un prudencial tiempo de reposo entre ambas. Este pequeño descanso sirvió tanto a alguna de las intérpretes, que repetían en escena, como a mí, inmerso en el habitual estado de estupor-admiración que me sobreviene cuando contemplo semejante exhibición.
Reconozco que la danza siempre ME RESULTA algo ecléctica y a veces incluso inaccesible. No tengo el gusto educado en estas artes, ni despierta del todo la sensibilidad necesaria para apreciar muchas de las propuestas que veo. Por eso valoro especialmente cuando logran conmoverme o transmitirme algo. Ego Vu lo logra por partida doble. Si bien es cierto que mis interpretaciones e intuiciones acerca de lo que ocurre en frente mía seguramente serán más el resultado de proyecciones de mi propia manera de pensar que de lo que el artista tenía pensado transmitir, reconozco que me divierte buscarle “tres pies al gato” (nunca he entendido del todo esa frase, tres pies se le encuentran fácil, ¿no sería más correcto “cinco pies al gato”? eso sí que es complicado). Al salir comparto con otros espectadores mis apreciaciones y ya veo diferencias sustanciales, y luego cuando leo alguna reseña de entendidos o incluso la propia nota de la compañía, confirmo lo que todos temíamos, ¡que no tengo ni idea de nada! Debe ser “defecto profesional” el que intente dilucidar un patrón o una línea argumental clara en muchos espectáculos que no tienen por qué tenerla. En danza, cuando una intérprete mueve un brazo en forma sinusoidal en vez de rectilínea ya estoy yo pensando… “¿será porque quiere aludir a la mutabilidad de la vida?” y chorradas de ese calado. ¿Esfuerzos inútiles dices? Seguro que sí, pero me resultan tan divertidos…
Ahí va lo que yo ENTENDÍ sobre la función de ayer:
En “PASSING” se habla (sin palabras, claro) acerca de las elecciones y de la insatisfacción en las relaciones interpersonales. Se muestra, con una coreografía plena de significado y con un ritmo que no decae en ningún momento, a un chico que al principio se encuentra entre dos mujeres, eligiendo a una, con la que precisamente la historia no sale bien. Por otro lado, la chica “desechada” lo persigue constantemente, lo atosiga y acorrala, mientras que él la desprecia y sigue pensando en el objeto de su deseo. Los conflictos entre ambas antagonistas, y entre él y cada una de ellas, son brutales. La dialéctica gestual entablada es preciosa y preciosista. Todo transcurre con orgánica naturalidad, los cuerpos fluyen unos sobre y contra otros, se entrelazan, se rechazan, se diluyen en una misma corriente, saltan y rebotan, con pasión y fuerza, hasta el final. Acompañados por una música evocadora, por una escenografía mínima pero cuidada y por unas luces sencillas pero efectivas, logran inundar la sala de sentimientos encontrados.
En “1,2,3,4” se cambia de tercio. Ahora las protagonistas son todo chicas, y realizan un espectáculo que se me hace más oscuro en su contenido pero que mantiene el ritmo y que muestra una estética maravillosa. En esta pieza hay fragmentos que se me escapan, a los que no logro acceder con el intelecto, pero a los que llego con otras partes de mi cuerpo, más viscerales e intuitivas. El arranque me evoca imágenes y sentimientos de nostalgia. A continuación me parece dilucidar una especie de autoreflexión acerca de la danza, del sacrificio y del esfuerzo, de cómo se estiran los propios límites, más allá de lo humano, y de los ambiguos sentimientos que saca a relucir esta suerte de “inmolación”. Veo destellos de competitividad, de envidias, de placer, de abandono… Se me antoja que una de ellas es la que representa un poco a la “profesora” o a la “gurú”, que según el momento espolea inclemente a las otras o queda relegada, olvidada por las demás. El juego de colores (amarillo, rosa, rojo y azul) que se desarrolla a través de sus vestimentas y actitudes, sugiere el tránsito desde una clara diferenciación a la ruptura de estas desigualdades, y a un proceso paulatino de identificación. El final, secundado por una proyección elaborada y estéticamente impecable, como el resto del espectáculo, supone un triste despertar a una realidad en muchas ocasiones más gris.
Creo que el esfuerzo y la apuesta que se hacen desde algunas salas y desde algunos grupos para ofrecer un producto de CALIDAD incuestionable son meritorios, especialmente en la época en que estamos. Cuando uno sale a la calle, después de ver lo que vimos, se siente imbuido por una atracción misteriosa hacia lo positivo, hacia lo sublime, hacia el BIEN, que diría Platón. El alma recogida y arrobada, el corazón en volandas, en una mística comunión con la naturaleza. Vamos, que casi me puso burraco.
Desde mi desconocimiento y torpeza, aplaudo con todo el calor del que soy capaz a los artistas que son capaces de ejecutar experiencias escénicas de este nivel.
Ya es tarde para verlos por Jaén, pero investigad y, si podéis, disfrutad. Luego me contáis.