Hoy me presento ante vosotros para intentar un ejercicio saludable. Dependiendo de los resultados, os lo recomendaré hacer, o no, a vosotros también.
He comprobado, en mi poca experiencia en este mundillo de la "farándula", que hay muchos EGOS potentes circulando por ahí. No me refiero a esa seguridad en uno mismo que puede ser necesaria para enfrentarse, desarmado y vulnerable, a un público; ni a un sentimiento de YO, de autoconocimiento o de alma. Hablo de ese aprecio excesivo hacia tu propia persona, que te impide escuchar de verdad, reconocer tus errores o que te impulsa a pensar que eres mejor que otros.
Yo no quiero ser así. Por tanto, como en la época del César en la que, según cuentan, los generales victoriosos tenían a un siervo detrás que le iba diciendo todo el camino, en sus triunfales desfiles: "mira hacia atrás y recuerda que sólo eres un hombre", he pensado que sería curioso un baño de HUMILDAD y de sincera autocrítica.
De esta guisa, ataviado con mis sencillos ropajes de bufón, me expongo ante VOSOTROS para que os explayéis. Es vuestro momento, abro los micrófonos, exhibo la yugular, desnudo mi mirada, indefenso y sereno.
Propongo un JUEGO. No sé si hay mucha gente que lee este blog (a veces pienso que sólo somos yo y mis fantasmas), pero os invito a que aquellos que me hayáis visto alguna vez actuando, que hayáis trabajado conmigo o que tengáis alguna referencia mía, comentéis una cosa (o más, claro, si os mola el juego del "machaque", jejejejejeje) que hice mal, alguna carencia, algún déficit, alguna anécdota que sea especialmente vergonzosa. Me refiero a mi labor de actor o similar, no valen los comentarios sobre el tamaño de cierto apéndice o sobre mi incipiente calvice.
Hablad, compartid, confesad... prometo no tomar represalias.
ABRO FUEGO yo mismo. El pasado Día Mundial del Teatro, en el que debía recitar un parrafillo del mensaje escrito para tal fecha por Jessica A. Kaahwa, me encontré, en medio del público, sin acordarme de la frase siguiente, balbuceando palabras ininteligibles y luchando por no desmayarme allí mismo. Cometí algunos de los errores más clamorosos que se pueden cometer, como mostrar con mi cara y mis gestos que me estaba cuajando la intervención, además de no saber salir de la situación con un ápice de dignidad, improvisando o haciendo cualquier otra cosa. Fue bochornoso. Me quedé sin recursos en vivo y en directo.
Os paso la palabra.